Mi Tierra – Julio César Benavides
Presentamos a continuación como un homenaje a Julio Cesar Benavides “El Leonardo da Vinci Colombiano”, una de sus obras poéticas más bellas como es el poema “Mi Tierra” dedicado al Señor de los Milagros de Gualmatán Nariño. Un canto al maravilloso territorio natural, a la vida de hombres y mujeres que viven en el “Balcón florido” donde hizo su aparición milagrosa en el monte de arrayanes hace más de 300 años Jesús crucificado, lugar donde empezó la construcción del pueblo de Gualmatán.
MI TIERRA
No sé que tiene ese rincón querido Do el nombre nace, que su vida encierra, Ese pedazo del edén perdido Ese que llama cada cual su tierra.
No se qué tiene para el alma triste Ese recuerdo de la edad primera Que de la tumba hasta el umbral persiste Como viva y tenaz enredadera.
Ojos de madre como el mar profundos La infancia vio mirándola con ellos Puros… como un destello de los mundos Dulce como una risa de los cielos.
La infancia! Bella realidad de un día La infancia! el gran recuerdo de mañana Cuan de lejos nos llama, Más adorable cuanto más lejana.
Por eso el alma se encariña al suelo Por eso en cada flor y en cada piedra Con fuerza el hombre entrelazó su anhelo Como al torreón se entrelazó la hiedra.
Y ama el pastor las vírgenes praderas Nativo edén del maternal cariño Y ama el gayán las auras montañeras Porque a su arrullo se meció de niño.
Cuantas cosas recuerdan a la aldea Cuantas cosas el pueblo en que nacimos; Ese árbol que su fronda balancea Aquel peñón que con asombro vimos.
Cuantos recuerdos de emociones idas La sacra voz del viejo campanario; Esas que el corazón guarda escondidas Entre aromas divinos de incensario.
Gualmatán, tierra de mi amor querida Sagrada herencia de mis padres eres, Pasión de las pasiones de mi vida Que en el altar de mi alma nunca mueres.
Tierra que miras al cenit profundo Como escuchando vibraciones de arpegios Como atisbando al hacedor del mundo Desde la cumbre de los Andes regios.
Atalaya de vastos horizontes, Yacente ves la tierra provinciana Y allá al confín de los andinos montes Del Chiles y el Cumbal la frente cana.
Florón de luz, tu cielo despejado Tiene esa gran sublimidad profunda Que ostenta en tus inviernos si enlutado De oscuras nieblas en un mar se inunda.
Más no es esa tu gloria tierra mía, Ni son esos tus mágicos primores: Ese azul que se pierde en lejanía Ni ese sol irradiante de esplendores.
Ni son tus campos que en jardín dilatas El mejor timbre de tus caras glorias Ni praderas con oro de yamatas Ni el gramal con estrellas de achicorias.
No es el fruto de ubérrimos papales Que mayo siembra, que recoge Octubre Ni el vaivén de amarillos cebadales Que el viento a besos, removiendo cubre.
Ni tus montañas seculares y hondas Do hizo de musgos soledad cortinas Para colgar al hojarasco frondas Y el tronco embellecer de las encinas.
Ni sus altos páramos sombríos Do temes viento tempestad recelas Ni tus eternos helechales fríos Ni el exquisito agraz de tus piñuelas.
Una es la estrella de vivos esplendores Que baña en luz el cielo de tu historia Y en tu jardín de perfumadas flores Sólo uno es el botón, una es tu gloria.
Esa que sabe a redención divina Y a comunión del cielo con la tierra, Esa que muestra al alma peregrina Lo que la honda eternidad encierra.
Esa que atrae de remotos mundos En busca de ignoradas alegrías, Turba de corazones sitibundos Perenne desfilar de romerías.
Gualmatán de tus glorias lisonjeras Solo una tienes de inmortal memoria Dicha mayor no pidas, más no quieras, Jesús de los Milagros es tu gloria.